Hispania Sacra 76 (153)
ISSN-L: 0018-215X, eISSN: 1988-4265
https://doi.org/10.3989/hs.2024.1012

Reseña de / Review of: Fernández Vallina, Emiliano y Antonio Heredia Soriano (coords.): Los santos en la Universidad de Salamanca, Ediciones Universidad de Salamanca, Salamanca, 2022, 271 págs. ISBN 978-84-1311-693-8, https://doi.org/10.14201/0SC0005.

 

La historia de las universidades ha gozado y goza actualmente de una floreciente corriente historiográfica que ha tratado la casi totalidad de los aspectos relacionados con estas instituciones. Quizá la única excepción sea precisamente la historia de los santos: nunca antes historiador alguno fijo su atención en los santos formados en las aulas universitarias, siendo paradójicamente la santidad el mayor reconocimiento que los humanos han podido otorgar y recibir entre cristianos y católicos en tiempos históricos.

Esta novedad temática ha visto la luz en Ediciones Universidad de Salamanca, dentro de la Serie Conmemorativa, V; en un bello, inusual y elegante formato apaisado, de cómoda lectura. Su elaboración fue promovida por la Real Junta de Capilla de la Universidad de Salamanca y coordinada por dos profesores universitarios, que tuve el privilegio de tener como docentes: el Dr. D. Antonio Heredia Soriano, catedrático de Filosofía, y el Dr. D. Emiliano Fernández Vallina, catedrático de Filología Latina. Tras la presentación de este último, firma el preámbulo del libro el Dr. D. Efrem Yildiz, Vicerrector de Relaciones Internacionales, al que sigue un comentario «Sobre el cielo de Salamanca» del Dr. D. Enrique Cabero Morán, de la Real Junta de Capilla, profesor titular de Derecho del Trabajo y de la Seguridad Social de esta Universidad y presidente del Consejo Económico Social (CES) de Castilla y León. El «cielo de Salamanca» adquiere aquí una doble dimensión: la de la bóveda de la antigua biblioteca universitaria así denominada, y el lugar teológico, supuesta sede actual de este ramillete de santos.

Recoge las biografías de san Juan de Sahagún por Emiliano Fernández Vallina; santo Tomás de Villanueva por F. Javier Campos y Fernández de Sevilla; san Pedro de Alcántara por Salvador Andrés Ordax; san Juan de Ávila por María Jesús Fernández Cordero; san Alonso de Orozco por Teófilo Viñas Román; santa Teresa de Jesús por María Jesús Mancho Duque; san Juan de Ribera por Antonio Carreras Panchón; santo Toribio de Mogrovejo por Enrique Cabero Morán; san Juan de la Cruz por Elena Llamas Pombo; san Simón de Rojas por Pedro Aliaga Asensio; san Miguel de los Santos por Isidoro Murciego Murciego; beato Juan de Palafox y Mendoza por Antonio Heredia Soriano; siervo de Dios Marie-Joseph Lagrange por Ricardo de Luis Carballada; venerable Juan González Arintero por Manuel ángel Martínez Juan; y beato José Polo Benito por Mercedes Samaniego Boneu ().

En los quince personajes objeto de estudio coinciden las circunstancias de haberse formado académicamente como discentes de la Universidad de Salamanca, de ser testigos de una fe profunda y reconocida por la Iglesia católica, de haber desarrollado una fértil vida social, literaria y en varios casos mística, y de concitar el reconocimiento nacional e internacional de sus valores y méritos. Como signo de sus tiempos, solo aparece entre ellos la figura femenina de santa Teresa de Jesús, que no estudió en la academia salmantina, sino por haber sido reconocida como la primera doctora honoris causa de la Universidad de Salamanca; nombramiento acordado en el Claustro de la misma, en la sesión de 4 de marzo de 1922 presidida por Miguel de Unamuno. Este acto académico de investidura de la santa fue presidido a su vez por los reyes Alfonso XIII y Victoria Eugenia. Teresa fue asimismo la primera doctora de la Iglesia católica por decisión de san Pablo VI, de 27 de septiembre de 1970.

Los coordinadores han dejado de momento al margen a Francisco de Aguiar y Seijas, arzobispo de México, a Vasco Vázquez de Quiroga, primer obispo de Michoacán y a los salmanticenses martirizados en la guerra civil española. Sobre ellos hay circunstancias, representaciones y datos históricos que hubieran permitido incorporarlos al elenco previo, pero se ha preferido dejarlos quizá para una segunda ocasión.

No es solo original en el libro del tema, sino también los estudios sobre cada uno de los antiguos universitarios. Se recogen y se analizan en él las experiencias de vida cristiana que comenzaron en este caso por una formación universitaria y que terminaría muchas veces en una diócesis o en un monasterio. Todos materializaron una forma de vida que la Iglesia católica consideró excepcional. La santidad representó el culmen del ideal socio-religioso durante siglos, aunque sus beatificaciones y/o canonizaciones probablemente tuvieron mucho que ver con la división de los cristianos entre católicos y protestantes y con la necesidad de ratificar dogmáticamente el valor de los santos, tras el decreto del concilio de Trento «sobre la invocación, veneración y reliquias de los santos, y de las sagradas imágenes», el cual tendrá una gran repercusión entre los católicos desde entonces.

Se puso en valor una forma de vida que hoy apenas se conoce y se entiende. Cada uno de los personajes estudiados en esta obra tiene tras de sí acciones universalmente reconocidas, difíciles de resumir para los autores de las biografías y más difíciles de rememorar en estas líneas.

San Juan de Sahagún (1430-1479) estudió en la salmantina hacia 1457-1458 como colegial de San Bartolomé. Consiguió la pacificación de los bandos de la ciudad de Salamanca y liberarla con oraciones de la peste; se le atribuye el milagro de elevar el nivel del agua del «pozo amarillo» hasta salvar de ahogamiento al niño que en él había caído, y detener a un toro bravo desbocado con la expresión «tente necio». Fue canonizado por Alejandro VIII en 1691.

Santo Tomás de Villanueva (Tomás García Martínez, 1486-1555) dejó la vida seglar en 1516 para ingresar en la Orden de San Agustín de Salamanca. Fue docente universitario y confesor del rey. Se constataron éxtasis cuando rezaba los salmos durante la misa, siendo canonizado por Alejandro VII en 1658.

San Pedro de Alcántara (1499-1562) se formó en Leyes en la salmantina, ingresando en la religión franciscana en 1515 y alentando en sus viajes por Castilla y Portugal a la oración y el recogimiento. Fundó el convento de El Palancar y trabajó como comisario general de su orden en varias ocasiones. Fue canonizado por Clemente IX en 1669.

Gran influencia como sacerdote y como escritor ejerció san Juan de Ávila (1500-1569). Estudiante de Leyes en la salmantina de 1514 a 1518, abandonó esta formación para dedicarse a la reforma de la Iglesia como tarea espiritual. Pio XII le otorgó el título de «Patrono del clero secular español» en 1946; fue canonizado por Pablo VI en 1970, recibiendo la distinción de «Doctor de la Iglesia» por Benedicto XVI.

El estudiante salmantino san Antonio Orozco (1500-1591) ejerció también gran influencia a través de sus escritos, que dijo realizar por la orden que la Virgen le dictó en un sueño. Fue canonizado por san Juan Pablo II en 2002.

Santa Teresa de Jesús (1515-1582) no pudo ser ni estudiante ni profesora de la Universidad de Salamanca por su condición de mujer, pero pertenece al claustro universitario como la primera doctora honoris causa de la misma, según dijimos. Su influencia personal y literaria ha sido extraordinaria y es bien conocida.

San Juan de Ribera (1532-1611) es considerado como uno de los universitarios y religiosos más influyentes de la Contrarreforma católica. Recibió la canonización del papa Juan XXIII en 1960.

El antiguo colegial del Colegio Mayor de Oviedo, santo Toribio de Mogrovejo (1538-1606), ejerció la docencia de Leyes tanto en Salamanca como en Coimbra, antes de ordenarse como sacerdote. Como arzobispo de Lima ejerció una importante labor pastoral y política, y la defensa y apoyo de los indios aborígenes. Fue canonizado en 1726 por Benedicto XIII.

La fama del ascetismo vital acompañó la existencia de san Juan de la Cruz (1542-1591), gran amigo y colaborador de santa Teresa, con el que la poesía mística católica alcanzó la cumbre. Fue canonizado por Benedicto XIII en 1726 y proclamado «Doctor de la Iglesia Universal» por Pío XI en 1926.

San Simón de Rojas (1552-1624) fue también discente y docente en la universidad, destacando por la fundación de la Congregación de los Esclavos del Dulcísimo Nombre de María, de la que fue gran devoto; orden volcada en el servicio a pobres y enfermos de Madrid. Fue canonizado por san Juan Pablo II en 1988.

San Miguel de los Santos (1591-1625) se matriculó en el Estudio en 1614 y mostró ante sus compañeros estudiantes de Teología, durante una clase, una experiencia mística de levitación y éxtasis memorable. Fue canonizado por Pío IX en 1862.

Una gran actividad cultural y pastoral desarrolló en Castilla y en Nueva España el beato Juan de Palafox y Mendoza (1600-1659), convirtiéndose en un hombre muy influyente. Destacó como obispo de Tlaxcala, con sede en Puebla de los Ángeles (donde aún se conserva la biblioteca que allí estableció) y otros obispados. Trabajó asimismo como consejero del Consejo de Indias y como virrey y capitán general de Nueva España, destacando como defensor de los indios. Fue beatificado por Benedicto XVI en 2011.

El dominico francés y «siervo de Dios» Marie-Joseph Lagrang (1855-1938), llegó a Salamanca tras la expulsión de su orden en Francia. En 1890 fundó la École Biblique et Archéologique Française de Jérusalem, dedicada al estudio exegético y arqueológico de la Biblia.

El venerable Juan González Arintero (1860-1928) fue un sacerdote católico y dominico teólogo, que estudió en la salmantina desde 1881, ejerciendo después la docencia en los colegios de Vergara, Corias, Valladolid y más tarde en la Universidad Pontificia de Santo Tomás de Aquino en Roma. Fundó la revista La vida sobrenatural (1921), y destacó por la restauración de los estudios místicos y la voluntad de conciliación de fe y ciencia.

Notable importancia adquirió el beato José Polo Benito (1879-1936), clérigo, catedrático de la Universidad de Salamanca, deán de la catedral de Toledo, académico de la Real Academia de la Historia, vicepresidente del Consejo del Patronato de Previsión del Instituto Nacional de Previsión, presidente de la Comisión Provincial de Monumentos, gobernador eclesiástico de Plasencia y gran promotor de la prensa y la espiritualidad; actitudes y realizaciones que le hicieron merecedor de la Cruz de Oro del Santo Sepulcro de Jerusalén. Promovió el viaje de Alfonso XIII a Las Hurdes en 1922. Fue beatificado en 2007 por Benedicto XVI.

Un libro, pues, que recoge los logros de un conjunto de universitarios salmantinos que contribuyeron a cambiar y a mejorar el mundo en el que les tocó vivir. El lema que acompaña al motivo de la portada reza in alta siderum qui regnatis aula, y es una adaptación realizada por el profesor Fernández Vallina de la referencia litúrgica que se refiere a estos personajes excepcionales como «quienes reináis en el aula altísima de los astros».

Es la primera obra de hagiografía académica publicada en una universidad secularizada, pero respetuosa con la espiritualidad y las creencias de sus miembros, pasados y presentes. Resúmenes de vidas de personajes excepcionales escritos hoy por profesores excepcionales.